El gris del olvido contra los colores de la memoria

Por: Camilo Gómez

En Medellín la memoria siempre se ha hecho paso entre las grietas de la injusticia y el silencio. Este domingo 12 de enero un puente en la ciudad se convirtió en lienzo de un acto de resistencia y memoria: artistas, líderes comunitarios y las buscadoras de la verdad de La Escombrera se juntaron para pintar la verdad: «Las cuchas tienen razón».

Apenas unas horas después, la pintura gris de la institucionalidad borró los colores de la memoria.

El mural no era un conjunto aleatorio de trazos y palabras; era un homenaje a mujeres como Margarita Restrepo, vocera del colectivo Mujeres Caminando por la Verdad, quien lleva 21 años buscando a su hija Carol Vanesa, de 17 años, desaparecida en el 2002 durante la operación Orión.

También era el reconocimiento de una victoria que, aunque llegó, lo hizo tarde y con demasiado dolor: el hallazgo de los primeros restos humanos en La Escombrera en diciembre del año pasado.

La Escombrera, ubicada en la zona noroccidental de Medellín, no es solo un lugar geográfico; es también símbolo de las atrocidades cometidas durante la Operación Orión, llevada a cabo en el 2002 con el pretexto de recuperar el control territorial de las milicias. El Estado permitió que grupos paramilitares y militares actuaran con total impunidad.

Los cuerpos de al menos 502 personas dadas por desaparecidas fueron enterrados en esta inmensa montaña de escombros, según calcula la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD).

Durante años, las madres y familiares de las víctimas han luchado para que el Estado reconozca su responsabilidad y coopere con la exhumación de los cuerpos. Pero la reticencia oficial siempre se ha impuesto, primero con el silencio y ahora con la pintura gris.

La decisión de la Alcaldía de Medellín de tapar el mural alude a un discurso de orden y estética que resulta insultante frente al peso de la tragedia que representa. “Apoyamos las expresiones artísticas, pero el espacio público es de todos y debe mantenerse limpio y bonito”, dijo el alcalde Federico Gutiérrez en su perfil de X, donde eliminó la posibilidad de responder.

¿A qué se refería realmente el alcalde? ¿A una ciudad que no quiere ver sus propias heridas? ¿A la limpieza como un mecanismo para barrer la memoria bajo la alfombra de la indiferencia?

Y esta no es la primera vez que ocurre.

Un grafiti insignia de la ciudad por su frase «Nos están matando», pintado en el 2020 para denunciar el asesinato de líderes sociales y jóvenes, también fue borrado la semana pasada y tuvo que ser restaurado nuevamente por los colectivos.

El día 8 de enero, el concejal del Centro Democrático, Andrés Rodríguez, tapó nuevamente el mural y justificó la acción con argumentos como: “Lo único que nos recuerda es la toma guerrillera del 2020, un símbolo para el petrismo y la izquierda”; y “haremos arte que valga la pena”, desconociendo la lucha social y la historia reciente del país.

Esta disputa trasciende el acto de borrar o de pintar un muro: es un combate entre quienes buscan construir una ciudad que recuerda y quienes pretenden imponer una narrativa que silencia.

Max Yury Gil, director del Instituto de Estudios Políticos Universidad de Antioquia, lo calificó de forma precisa: “borrar un mural en honor a las víctimas de la Comuna 13 es una violación al derecho humano a la memoria y a la libertad de expresión”. Pero el borrado también es un acto de revictimización, un mensaje que dice a las buscadoras: “sus hijos e hijas no solo no aparecen, sino que su lucha tampoco tiene lugar”.

Las luchas de las madres buscadoras, los grafiteros y los colectivos sociales no son ajenas entre sí. En una ciudad donde las paredes gritan lo que los despachos callan, el arte urbano es una trinchera. Fuerza y Graffitti, Taller La Parresia y otros colectivos artísticos lo han dejado claro: “nuestras intervenciones no son partidistas, sino actos de resistencia”.

Es la resistencia frente al olvido, frente a una narrativa oficial que prioriza lo “limpio y bonito” sobre lo justo y necesario.

El mural de «Las chuchas tienen razón» resuena como un eco de lo que no se puede olvidar. La Operación Orión, que marcó un hito de violencia en la Comuna 13, una herida abierta en la ciudad. Tapar con pintura gris es imponer el silencio. Pero los colores siempre encuentran la manera de resurgir.

Margarita Restrepo, cuya lucha ha sido un faro de esperanza para muchas otras madres, expresó su indignación ante lo ocurrido. Para ella, el mural no era solo un reconocimiento, sino un recordatorio de que la verdad y la justicia son derechos inalienables. “Borrar el mural es como decirnos que no importamos, que nuestros hijos e hijas no tienen rostro ni historia”, afirmó con la voz quebrada pero fuerte.

La disputa por la memoria en Medellín es cada vez más intensa. En una ciudad que ha sido marcada por la violencia, los murales y el arte urbano se han convertido en un medio para contar historias que los libros oficiales no registran. Los muros, llenos de colores y mensajes, son testigos silenciosos de un pasado que algunos quieren borrar, pero que otros se niegan a olvidar.

Mientras las autoridades argumentan que se debe mantener el orden a través de la supuesta delimitación del graffiti, los colectivos artísticos cuestionan qué tipo de orden se busca imponer. ¿Un orden que privilegia la estética sobre la verdad? ¿Un orden que silencia las voces de las víctimas a cambio de una supuesta neutralidad?

La memoria es un derecho y su expresión a través del arte es una herramienta poderosa para mantenerla viva. Cada mural borrado es una pérdida, pero también un recordatorio de la importancia de seguir luchando. Porque, como lo han demostrado las buscadoras de La Escombrera y los colectivos artísticos de Medellín, la memoria no se borra, se pinta y se repinta, tantas veces como sea necesario.

En Medellín los muros hablan y su mensaje es claro: la memoria no se negocia, ni se borra.

Las «cuchas» tienen razón, y también tienen razón los artistas, los líderes y las comunidades que luchan por transformar las tragedias en justicia y la indiferencia en compromiso. El gris podrá cubrir temporalmente los colores, pero nunca podrá borrar la historia que llevamos escrita en el alma.

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