2018/07/22. Gara.
Nicolás Rodríguez Bautista, «Gabino», primer comandante del ELN, expone la postura de la guerrilla frente al futuro del proceso de paz.
«El ELN le ha apostado y le seguirá apostando a la paz; tenemos la misma disposición con Duque»
Ainara LERTXUNDI.
El próximo 7 de agosto, Iván Duque, del Centro Democrático, asumirá la Presidencia de Colombia, lo que supone el regreso del uribismo al Gobierno. Juan Manuel Santos se despide con un acuerdo de paz firmado con las FARC-EP y un proceso de diálogo en marcha con el ELN. En respuesta al cuestionario remitido por GARA, el primer comandante del ELN, Nicolás Rodríguez Bautista Gabino, tiende la mano al nuevo Gobierno pero advierte de que no aceptarán «dialogar bajo condiciones que violentan la existencia de dos partes que deben sentarse a dialogar sin condiciones».
¿Cómo valoran el regreso del uribismo al Gobierno con más de diez millones de votos y que un candidato como Gustavo Petro lograse superar los ocho millones de votantes?
No es sorpresa que la extrema derecha haya ganado las elecciones. Camilo Torres, el sacerdote guerrillero, sentenció hace más de 50 años que en Colombia el que cuenta los votos pone presidente; el sistema amarrado, clientelar y de maquinarias corruptas se impone. La verdadera sorpresa la dio Petro, que sin maquinarias ni dinero alcanzó más de ocho millones de votos, lo cual constituye un fenómeno no visto hacía mas de 40 años, cuando le robaron las elecciones a la ANAPO.
¿Hasta qué punto Duque tendrá o querrá tener margen de maniobra con respecto a Uribe?
Uribe es la figura destacada de una extrema derecha colombiana que creó el paramilitarismo en la década de los 60 y luego le abrió paso, de la mano de la Agencia Antidrogas norteamericana, al narcotráfico porque necesitaba dinero para sostener esos ejércitos privados que hacen el trabajo sucio basado en las masacres, el asesinato, las desapariciones… y no cargarle estos costos a las Fuerzas Armadas. Uribe por encima de Duque sigue representando esa figura siniestra que defiende la guerra como salida a la rebeldía y al descontento popular. Mientras Uribe sea un político, él es la figura, los demás son sus seguidores.
A tenor de la campaña presidencial y de los resultados electorales, ¿está Colombia viviendo una primavera política?
Esa primavera puede crearla un gran movimiento popular y social que supere los fraccionalismos e individualismos particulares; por ese movimiento debe apostar la Colombia del pueblo y los sectores medios. Lo demás es seguir en lo mismo. Las pasadas elecciones presidenciales dejaron dibujado el comienzo para fortalecer dicho movimiento de masas y no hay tiempo que perder.
¿Será posible llegar a la investidura de Duque con un acuerdo de cese al fuego bilateral?
Aun con todas las dificultades, el ELN le ha apostado y le seguirá apostando a la paz. El Gobierno de Santos, aun a punto de terminar, sigue encontrando en el ELN ese interlocutor para concretar la agenda pactada en el proceso de paz. La misma disposición tenemos para dialogar con el próximo Gobierno.
¿Está el ELN dispuesto a una suspensión de todas las actividades y a concentrarse bajo supervisión internacional, tal y como ha exigido Duque?
No. El ELN le ha reiterado al nuevo presidente que no acepta dialogar bajo condiciones que violentan la existencia de dos partes que deben sentarse a hablar sin condiciones.
El ELN ha afirmado que los resultados electorales «obligan» a todas las partes a seguir con el proceso de paz. ¿Qué está dispuesto a hacer el ELN?
En estos años de diálogos con el Gobierno de Santos se pactó una agenda, es decir, una hoja de ruta para alcanzar la paz, ese es el acumulado que el ELN coloca a disposición del Gobierno de Duque para continuar. Ese proceso está allí y ahora no se puede caer en improvisaciones; claro, no descartamos que puedan ajustarse asuntos puntuales, por eso, es que se necesita continuar el diálogo con el Gobierno entrante y nuestra delegación de diálogo está en esa disposición.
Si los diálogos prosiguen, éstos se harán con la parte más dura y reacia del poder. Expertos afirman que ello podría ser una mayor garantía para lograr un acuerdo sólido y de cara a su implementación. ¿Cómo afrontan esta nueva fase en el proceso? ¿Será más fácil negociar con aquellos que públicamente tanto se han opuesto al proceso con las FARC-EP?
Este diálogo se da entre enemigos que nos hemos enfrentado hace más de medio siglo sin que haya vencedores ni vencidos, esa es la realidad que nos tiene en la mesa de diálogos, buscar la paz para Colombia es el objetivo y lo asumimos con entereza con el Gobierno Santos y lo haremos con el Gobierno de Duque. Es mejor asumirlo en la práctica y luego sacar las conclusiones.
El proceso con las FARC, el incumplimiento de los acuerdos, la actuación de la Fiscalía… muestran en palabras del jefe de la delegación de ELN, Pablo Beltrán, un «Estado de fragmentación». ¿Cuáles son las claves para construir esa institucionalidad «coherente, confiable y sostenible» que demanda el ELN? ¿Tendrá este nuevo uribismo capacidad para hacerlo?
Toda mentira, incumplimientos y violación de los compromisos acordados niega la paz, genera incertidumbre y aumenta las desconfianzas. Lo ocurrido con las FARC-EP es la demostración de la existencia de un Estado fragmentado e incoherente, de espaldas a las mayorías que, además, asesina a los representantes de ella cuando reclaman justicia y cuestionan el desgobierno. Por eso se da el asesinato de líderes sociales y populares y las FARC han sido claras en su incertidumbre por los incumplimientos; así es la oligarquía colombiana. Solo un Estado que sea expresión de las mayorías, podrá superar la debacle existente en Colombia. Precisamente un proceso de paz debe tener ese objetivo. El uribismo con Duque en la Presidencia es «más de lo mismo».
En un reciente foro organizado en Donostia, académicos colombianos expusieron como ejemplo de que «sí es posible colaborar con el enemigo sin ser traidor» recientes encuentros celebrados en Cali y Medellín entre excombatientes de las FARC, paramilitares y gestores de paz del ELN. ¿Comparte el ELN esta visión? ¿Hasta qué punto pueden ayudar a romper la desconexión entre los mundos rural y urbano y a cambiar la percepción de una gran parte de los colombianos de que «están regalando el país a los terroristas»?
La paz para Colombia plantea cambios estructurales profundos porque el estado de cosas existente fue lo que produjo el levantamiento en armas, la rebeldía popular y las permanentes luchas. Producir esos cambios es lo esencial, lo demás son pañitos de agua tibia sobre una herida que representa un cáncer. De ese tamaño es la realidad y serán esos cambios, generados por la participación protagónica de toda la sociedad, sobre todo la excluida, marginada y violentada, los que conduzcan a Colombia a buen puerto. Todo esfuerzo que no vaya en ese camino y con esas dimensiones, es intrascendente para el pueblo y ganancia para sus enemigos. Ese es el reto para el pueblo y sus luchadores. Todo esfuerzo por la paz hay que valorarlo pero no podemos soslayar el énfasis de lo esencial.
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