Yo tuve un hermano
No nos vimos nunca
pero no importaba
Narciso, hermano, es cierto, no pudimos estar juntos hasta ese trágico acontecimiento de tu asesinato. Trágico es poco decir porque más bien podría caber otro adjetivo como nefasto, perverso o abyecto.
En ese espeluznante momento, en el coliseo de Santa Rosa y en las entrañas de San Martin de Loba, tuve el privilegio de compartir contigo, tus virtudes impresas en el estremecimiento de tus compañeras y compañeros. “Lo que ganó por hacer el bien”, me dijo un familiar tuyo. Pero también ganaste el amor del pueblo.
En primer lugar, fue evidente tu infalible compromiso con tu pueblo. Me impactó escuchar un testimonio donde hablabas sobre tu elección como representante de la Federación Agrominera del Sur de Bolívar. Expresaste varias dudas sobre la nueva tarea que te tocaría y sus posibles consecuencias pero fue más claro tu afirmación que no podías evitar esta responsabilidad si te lo había encargado tu gente. La asumiste y entregaste lo más valioso, tu vida, por los demás.
En segundo lugar, tu compromiso con la verdad, sabiendo que este mismo podría costarte caro. De la manera más clara y contundente, sin rodeos ni adornos, hablabas de la presencia paramilitar en la zona, de la complicidad de la Fuerza Marte del ejército colombiano, de las intenciones de las transnacionales mineras de desplazarles del territorio y de tu claridad de que “(somos nosotros que) generamos la economía de estos municipios”, una afirmación que revela la lógica de la explotación para la acumulación de capital y, por ende, deja entrever tu comprensión viva de la lucha de clases.
También conocí tu humildad, una cualidad subvalorada en las sociedades occidentales pero profundamente revolucionaria, llave de la fraternidad con el prójimo. Bien decía el Ché (destinatario original del poema que cité de entrada), “Debemos ir con afán investigativo, y con espíritu humilde, a aprender de la gran fuente de sabiduría que es el pueblo”. En verdad, no sé porque la gente se sorprende que tú fueras toda una eminencia en temas organizativos, agromineros, sobre los impactos de la minería transnacional en la economía, las relaciones sociales y el ambiente del territorio, y también de la tan mentada y anhelada paz, solo porque no tenías un título que supuestamente valida los conocimientos. ¡Los aprendizajes de la vida no pasan en vano para él que quiere aprender! Tu humildad fue evidente en tu sonrisa (¡la ví en los videos!), pero también en tus expresiones sobre tus conocimientos, sobre tu relación con el pueblo, y en tus muestras de gratitud.
Agradecida estoy yo, por poder compartir un poquitito de tu energía, en ese momento de tu trascendencia. Indignada porque el paramilitarismo, en contubernio con los estados y a sueldo del capital internacional es la cara más perversa del imperialismo y de la avaricia inacabable de unos pocos en el planeta, es la expresión de lo más deplorable de la humanidad. Y esperanzada porque, tu legado es una gran semilla en tierra fértil, pues como te escuché decir en una entrevista, los niños son la razón por lo cual luchamos por un país mejor, por un mundo mejor.
Me has dado ese regalo, lo llevaré conmigo. Como dijo el poeta,
Mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.
Julio Cortázar
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