Metiéndole paz al pueblo

Una nueva era para nuestro país ha iniciado’. Así titularon los medios masivos de comunicación la histórica decisión de las  Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno nacional al firmar el acuerdo del cese bilateral.

Éste le darán viabilidad al desarme y la concentración de los guerrilleros para la firma definitiva de las paz entre ambas partes. El acuerdo también versa sobre garantías de seguridad y lucha contra las organizaciones criminales responsables de homicidios y masacres o que atentan contra defensores/as de derechos humanos, movimientos sociales o movimientos políticos.

Este anuncio del  fin del conflicto armado con las FARC fue recibido de diversas maneras, en redes sociales y medios masivos, que  volcaron su maquinaria para cubrir desde su punto de vista este histórico momento para el pueblo colombiano. Unos a favor y otros en contra, se plantearon diversas opiniones acerca del acuerdo de paz que se avecina.

Pero ¿qué paz es la que nos están vendiendo?. Desde su inicio, el conflicto en Colombia está marcado por contradicciones de tipo económico, político y social. Desde las luchas de los comuneros hasta nuestros días, las reivindicaciones  de la mayoría del pueblo no han sido escuchadas, ni solucionadas. Estas fueron las causas de un conflicto armado que no lleva 52 años -como se anuncia-, sino que ha marcado las guerras y confrontaciones de este pueblo por más de dos siglos. Hombres y mujeres, indígenas y afros, campesinos y obreros, han luchado por alcanzar estas revindicaciones desde la lucha social o a través de las armas.

Es fácil ver en horarios triple A (horarios de mayor audiencia en la televisión) los pomposos y épicos comerciales que hacen referencia a la nueva etapa, a la que  llaman post-conflicto, la cual promete que el acuerdo de paz traerá al país las condiciones necesarias para su mejor desarrollo económico y social.

Pero frente a esto surgen necesarios interrogantes:

¿Acaso el atraso, la corrupción y la pobreza fueron ocasionados por el conflicto armado, o ya existían antes de surgir las guerrillas?

¿La muerte de los hospitales públicos y la creación de las EPS se debieron a la confrontación armada entre el Estado y la insurgencia?

¿O la baja calidad en la educación, la falta de acceso a las capas más pobres de la población y las pocas Universidades Públicas son también culpa de la guerra?

¿La concentración de la tierra en manos de pocos ricos, el pésimo estado de las vías, la cantidad y carestía de los peajes y el exagerado precio de los combustibles se deben a que unas guerrillas se alzaron en armas contra el Estado?

Seguramente la respuesta a todas estas preguntas es única: NO. Los problemas más sentidos por la población colombiana no se originaron con el conflicto armado y, por ende, no se van a resolver cuando el gobierno y las FARC o el ELN firmen un acuerdo definitivo de paz.

Frente a este panorama cabría preguntarse, entonces, cuál es el verdadero fin de la paz que propone el estado o si verdaderamente se está construyendo paz para el pueblo.

Si es así, estaríamos presenciando un hecho que se reduce a un discurso demagógico que pretende meterle al pueblo una paz incompleta, una paz basada en las expectativas de una élite que  solo ve el beneficio particular, una paz para los ricos de aquí y los ricos de afuera… una paz que oculta los verdaderos problemas del país.

La paz que nos están metiendo por los medios masivos de comunicación está ligada a fortalecer el negocio de la extracción de recursos naturales, a la depredación de la naturaleza, a copar los territorios vetados por el conflicto armado con proyectos minero-energéticos y agroindustriales, a satisfacer la avaricia de las grandes corporaciones transnacionales y el capital extranjero.

Esa paz sería más bien una pacificación del descontento social. Serviría para continuar con la tercerización laboral, el desarrollo de un modelo educativo que propende por el negocio y no por la investigación y el conocimiento para el bien de la humanidad; serviría también para continuar con el despojo de las tierras de los campesinos con la ley Zidres, la estigmatización de la protesta social, el sistema de salud que deja morir a los ciudadanos en la puerta del hospital.

Es preocupante, como lo vemos en estos días durante la Minga Nacional y el Paro Camionero, que con la paz que se avecina la protesta social será el nuevo enemigo a combatir, pues varios muertos han quedado de esas protestas, personas asesinadas por el ESMAD.

Contrario a lo anterior, desde el campo y la cuidad el movimiento social ha intentado poner en discusión los problemas económicos, sociales  y políticos que dieron origen al conflicto armado. En escenarios de confluencia como la Cumbre Agraria Campesina Étnica y Popular o la Mesa Social por la Paz se evidencia que esa paz que proponen el gobierno y los empresarios no es suficiente y que es responsabilidad de nosotros como pueblo construir la PAZ que nos merecemos.

Es deber de esta generación de colombianos hacer lo necesario por que se dé un diálogo serio y honesto. Que sirva para superar el conflicto armado con las insurgencias, pero también (y principalmente) de aquellos conflictos que fueron la causa fundamental de la guerra y de la miseria de este país. Conflictos que se niegan a reconocer las élites económicas, pero que a diario los colombianos vivimos.

 

Fuente: http://trochandosinfronteras.info/metiendole-paz-al-pueblo/

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