Publicado en Colombia Informa el 03 de octubre 2025
Una caravana de siete horas por una trocha pedregosa y embarrada en el “Corredor Humanitario – Ruta Libertadora” me evocó los pueblos montañosos de Noruega y sus fincas de pastoreo de verano abandonadas.
En Noruega, la industrialización de la posguerra obligó al abandono de fincas sin acceso vial. En contraste, el campesinado colombiano se aferra a sus veredas y se organiza para permanecer en su territorio. Un ejemplo son las comunidades agrupadas alrededor del páramo de Pisba, célebre porque por allí cruzó el ejército libertador de Simón Bolívar en 1819.
A pesar de la fama histórica y turística de la ruta, 206 años después, las comunidades que la habitan enfrentan el mismo abandono estatal de antaño. Un campesino de Socotá lo resumió así: «Tal vez Colombia se liberó en 1819, pero nosotros, los campesinos de Socotá, no. Nuestra lucha por la liberación continúa».

Estas comunidades anteriores al propio ejército libertador exigen desde hace años un corredor humanitario: una carretera transitable que garantice derechos fundamentales, como el acceso a la salud y la educación.
La paradoja de las carreteras
Tanto en Noruega como en Colombia, la construcción de vías siempre acompañó la explotación de recursos. En Noruega, las carreteras de montaña facilitaron la construcción de represas e hidroeléctricas en el siglo XX. En Colombia, tradicionalmente se tendieron vías entre puertos y minas.

Sin embargo, para la comunidad de Pueblo Viejo, en el páramo de Pisba, una carretera es una cuestión de vida o muerte. La caravana humanitaria, organizada por movimientos populares, comprobó esta realidad. Para llegar a Pueblo Viejo, una travesía de cinco horas a caballo o siete a pie, se debe cruzar el páramo.
Si un habitante necesita ayuda médica, cuatro hombres deben cargarlo en una camilla durante ocho o nueve horas hasta una vía transitable. Desde allí, requiere otras tres horas en carro para llegar a un médico. Lo mismo sucede con un difunto, que debe trasladarse en camilla por la falta de un cementerio local. En la escuela, la falta crónica de profesores es consecuencia directa de esta travesía extenuante.

Abandono versus protección: una tensión artificial
Al caminar hacia Pueblo Viejo, entre los imponentes paisajes del páramo, recordé el valle de Aurland en Noruega, hoy una joya turística. Allí, la vereda Sinjarheim, ahora una finca de verano, tuvo población permanente hasta 1922.
Las historias sobre las condiciones de vida del campesinado noruego son sorprendentemente similares a las colombianas: en el fondo, se trata de garantizar las condiciones materiales para una vida digna.
La tensión actual surge con la creación del Parque Nacional Natural (PNN) Pisba en 1977. En las décadas siguientes, las restricciones a la construcción de infraestructura, en nombre de la protección ambiental, se incrementaron.

Un campesino lo expresó con claridad: «Nuestros antepasados ya vivían aquí mucho antes de los parques naturales; la protección del páramo no puede comprometer los derechos de la gente».
Muchas vidas se han perdido en el páramo, no solo soldados del ejército libertador, sino también campesinos que fallecen por la falta de acceso a servicios básicos.
Para la caravana, esta tensión entre protección ambiental y desarrollo vial es una construcción social que responde a ciertos intereses.
Además, para cualquier Estado, es costoso garantizar servicios a comunidades remotas. Al mismo tiempo, los parques nacionales reciben elogios globales y abren la puerta al lucrativo ecoturismo.
Del mismo modo, un territorio despoblado presenta menos resistencia a futuras concesiones mineras y proyectos extractivos. Si el campesinado abandona el territorio por la falta de derechos fundamentales, ya no será un obstáculo para el turismo ni para los intereses extractivistas.

La resistencia organizada
Frente al abandono, los campesinos de Socotá se organizaron. Con pico y pala, iniciaron la construcción de su propio corredor humanitario. Hace aproximadamente un año, colocaron una pancarta en el camino al páramo: “Se prohíbe la entrada de entidades como: Parques Nacionales Naturales, Coorpoboyacá y cualquier extraño que desee hacer turismo dentro de la ruta libertadora, ya que se está haciendo mejoramiento”. Esta acción valiente les valió amenazas.
El abandono de miles de fincas en Noruega fue el resultado de una política agrícola intencionada. A escala global, el éxodo rural responde a que los Estados consideran oneroso garantizar los derechos de una población dispersa. Para el capital, estos territorios despoblados quedan disponibles para la explotación y el turismo.

Espero con toda convicción que el campesinado de Socotá (Boyacá) resista y que el corredor humanitario se construya. La forma más efectiva de proteger un territorio es garantizar condiciones de vida dignas a las personas que lo conocen, como la palma de su mano, y siempre están dispuestas a dar la vida por defenderlo.
+ There are no comments
Add yours