Durante cuatro días nos reunimos en la comunidad de San Pedro, Chocó, mujeres de diferentes territorios, para compartir palabra, cuerpo y memoria.
En círculo se ofrendaron los distintos símbolos de las luchas que allí se unían y que, de alguna manera, nos acompañarían durante la celebración de la minga. A su alrededor nos dimos el tiempo para escuchar a cada una de las personas que íbamos a formar parte del encuentro, dando importancia a lo individual para construir lo colectivo.
Compartir el alimento, recordar el poder de las plantas, sembrar en tierra fértil y dejar nuestras huellas en las paredes fueron, entre otras, acciones de cuidado, entendidas como un acto político de resistencia.
Aprendimos a sembrar las plantas que alimentan y aquellas que sanan. Conocimos sus usos y las formas en que se transforman para convertirse en el sustento que mantiene los cuerpos o en el ungüento que alivia el dolor. Ellas nos ofrecen la posibilidad de la autonomía y la permanencia en el territorio.
Encontrarnos y compartir historias, heridas, logros, problemas y soluciones permitió tejer redes:redes de solidaridad, de apoyo mutuo, de fuerza y de resistencia.
También hubo tiempo para bailar, reír y brindar, recordándonos que el goce es parte de la lucha.
Lanzamos nuestros mejores deseos para sus objetivos y el más fuerte de los abrazos para ellas, porque la minga es memoria y también futuro. Es una apuesta política de quienes creemos que otro mundo no solo es posible, sino urgente.
Volvemos a casa con el cuerpo lleno de gratitud: ese sentimiento de reconocer y apreciar el valor de las cosas bonitas que llegan a la vida. Pudimos apreciarla belleza de cada una de las mujeres presentes,valorar cada cuidado recibido, escuchar cada una delas historias compartidas y conocer aquello que les puso el corazón rebelde.
Por todo, gracias. Eskerrik asko.
Maria y Enara (Komite Internazionalistak)
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