Despojo de la Universidad

ImageVivimos en un país del despojo. Es común ver el despojo en los rostros de quienes deambulan por las calles pidiendo dinero a raíz de la pérdida de sus tierras; de quienes han perdido su trabajo o el que tienen no les alcanza para nada. Pero la situación del despojo es mucho más cercana a nuestra situación universitaria: basta mirar lo que viene sucediendo desde hace algunos años. El despojo de presupuesto de la Universidad por parte de quienes dirigen el Estado nos hace ver que nuestro diario vivir en la Universidad no es muy lejano del ajetreo del campesino desplazado o el desempleado.

 Si el campesino ha sido despojado de sus tierras y sus herramientas de trabajo, a quienes estudiamos en la universidad pública nos han despojado de buenas instalaciones en las universidades. Si el desempleado ha sido despojado de la posibilidad de subsistir mediante la estabilidad laboral, a quienes estudiamos en la universidad pública nos han despojado de la oportunidad de enriquecer nuestra formación académica acortando forzosamente los tiempos de permanencia del estudiantado en la universidad. Día a día vivimos el despojo de nuestra Universidad, y parece que no nos damos cuenta.

 La situación financiera de la Universidad es preocupante y el problema es que el responsable no quiere asumir su obligación. No es sólo que a la Universidad le falte plata, sino que el Estado no piensa dársela y se la quita sistemáticamente para invertir en la seguridad de quienes viajan a las haciendas a vigilar sus prósperos negocios. Esos mismos negocios que han despojado a los campesinos de sus tierras y de subsidios para que las ganancias de los ricos hayan sido un ingreso seguro; que no son tan buenos como la Universidad, ya que no educan a nadie, no producen conocimiento, desarrollo, ni debaten acerca de la situación del país, sino que simplemente llenan bolsillos áridos de los más acaudalados y de sus amigos en el Estado. En fin, esos mismos negocios, y sus mismos dueños y amigos, que, persiguiendo sus intereses, despojan al campesino, a quien trabaja a quien no y a nuestra Universidad.

 Al campesino se le ha despojado de sus tierras mediante la ley del plomo y del terror, y mediante programas que benefician y subsidian a quien tiene más tierra. Aquí la ley del plomo se llama ley 30, y se educa mejor a quien más tiene, perpetuando las diferencias sociales, despojándonos poco a poco de la posibilidad de tener una vida digna por medio de nuestro trabajo como “profesionales”: quizá en un futuro no muy lejano, nuestra situación sea exactamente igual a la del desempleado…

 Cuando se viaja al campo, encontramos pequeñas fincas deshabitadas, paisajes desolados que han perdido sus matices, y sus distintos colores gracias a la mano del hacendado que explota a los pocos que han quedado y lo pone todo a su disposición, haciendo que todo adquiera el color y la forma de la ganancia desenfrenada y del dinero. No dejemos que la Universidad pierda los pocos colores de crítica y variedad de pensamiento que le quedan. No permitamos que la Universidad esté desolada de buenos profesionales, de investigaciones, calidad, de cupos y de oportunidades de vida digna. Unámonos y hagámosle frente al despojo: peleemos por lo que nos corresponde, el presupuesto.