Reavivar la solidaridad internacional, una caravana tras otra

Por Sabine Bahi y Emmanuelle Roy

Fotografía realizada por la comisión de comunicación de la Caravana por el Catatumbo -20 años resistiendo en el territorio-

Caravana por el Catatumbo

Julio de 2025. Cerca de un centenar de personas procedentes de doce países diferentes se organizan en camionetas, autobuses y motocicletas para recorrer las accidentadas carreteras de la región del Catatumbo, en el noreste de Colombia. Cada vehículo lleva una bandera con los colores de la caravana humanitaria que acaba de comenzar.

El Proyecto de Acompañamiento y Solidaridad con Colombia (PASC) nos llevó a formar parte de ella. Durante una semana, la caravana se detuvo de pueblo en pueblo para recopilar los testimonios de la población y denunciar las violaciones de derechos humanos. El Catatumbo, que sufre una estrategia histórica de abandono estatal, vive una intensificación de los enfrentamientos armados y una militarización del territorio. Las principales víctimas son los habitantes de la región, sufriendo mayores riesgos aquellos que tienen el valor de defender la justicia social.

La Caravana no se limita a denunciar. Las caravanas humanitarias, al reunir a movimientos nacionales e internacionales, permiten sobre todo inspirarse en las formas de organización y resistencia que se ejercen desde cada territorio. Es esta puesta en común de saberes y esperanzas lo que la convierte en una de las expresiones más directas del “internacionalismo”.

Esta corriente, popular a principios de siglo a través del movimiento altermundialista (para más información sobre el mov. altermundialista visitar este link), aboga por una solidaridad sin fronteras: existiría el deber moral de indignarse y actuar colectivamente frente a las injusticias, sin importar dónde ocurran. En lugar de entender la acción por la justicia social como algo geográficamente localizado, se trata más bien de considerar que, dado que los grandes desafíos modernos tienen un carácter internacional, la movilización para enfrentarlos debe pensarse en esa misma escala.

Remediar la impotencia

La crisis climática está causando estragos en todo el planeta, ya que el calentamiento global no conoce fronteras. Los movimientos migratorios afectan de manera diferente, pero simultánea, a los países del Sur y del Norte. Unos denuncian el saqueo de sus recursos por parte de las empresas de los otros. Se observa una tendencia irrefutable hacia la exacerbación de las desigualdades sociales y la concentración del poder, mientras que la palabra “oligarquía” gana popularidad en los análisis de la coyuntura. Impotentes, los espectadores piensan: es difícil saber cómo actuar ante fenómenos globalizados.

A esto se suma el despliegue sin precedentes de la miseria humana en las redes sociales, donde jóvenes (y menos jóvenes) ven aumentar su ansiedad al consultar varias veces al día las imágenes de catástrofes climáticas y sufrimiento por el genocidio, desde la comodidad de sus salones. Para romper el inmovilismo, muchos se lanzan al activismo en redes sociales, otra forma de internacionalismo moderno. A través de diversas plataformas, se informa, se comparte, se denuncia, se expresa solidaridad con desconocidos.

Pero el activismo en línea tiene sus límites: quienes lo practican rara vez ven los efectos concretos de su acción. Esto puede tener como consecuencia la exacerbación del sentimiento de urgencia, al tiempo que se produce una desconexión de la realidad sobre el terreno.

Las caravanas humanitarias responden a este desfase, aprovechando la fuerza del número y de los medios de comunicación para permitir el acceso físico a territorios que por los diferentes contextos resultan inaccesibles para la persona individual. Los encuentros que se producen son transformadores, ya que rompen el aislamiento de las luchas y alimentan la fuerza militante. A modo de ejemplo, la caravana que recorrió el Catatumbo en 2004 impulsó la creación del Comité de Integración Social del Catatumbo (CISCA), una organización social que desempeña un papel fundamental en el acceso a las infraestructuras básicas. El tejido social que promueve es esencial en un contexto de aislamiento, en el que las comunidades se ven obligadas a construir ellas mismas carreteras, escuelas y dispensarios en medio de la adversidad.

De Colombia a Palestina

Este modo de acción encuentra eco en el movimiento de solidaridad con Palestina. Desde hace unos quince años, personas de todo el mundo se reúnen a bordo de flotillas bajo una fuerte vigilancia mediática internacional para acudir directamente al terreno y romper el asedio militar, mediático y político de Israel. Hace unos días zarpó la flotilla más grande hasta la fecha. Al igual que una de sus participantes Greta Thunberg, este movimiento representa bien la necesaria renovación del internacionalismo; una versión caracterizada por la unión de las luchas, en la que se actúa tanto contra la crisis climática como por el devenir de los oprimidos.

Ya sea terrestre o marítima, una caravana permite que las masas recuperen el poder y envía un mensaje claro: el 99% está dispuesto a actuar en todas partes. Allí donde el 1% impone su asedio, allí donde se ausenta, donde cierra los ojos o pisotea ciegamente cualquier forma de vida. En un mundo en el que los oligarcas de todos los rincones del planeta parecen unidos a puerta cerrada, permitámonos estarlo también, alto y claro, sin tener en cuenta las fronteras.

Fotografía realizada por la comisión de comunicación de la Caravana por el Catatumbo -20 años resistiendo en el territorio-

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